El poema aparece de repente. Irremediablemente, inesperado. Entrecruzado, irresistiblemente e impertinentemente insospechado. Me atrevería a decir desafinado, sin afilar y aislado aunque tangente. Sin más. Sin menos. Completo y firmado por el azar, el dentro, el fuera, el complemento agente, el verbo, la verba y el adyacente.
El poema viene y va, pero se queda. Rondando la glosopeda. Mordaz acompañante. Falaz y a veces, expectorante. A veces antifaz, y a veces corteza, y jarabe de dolor de cabeza o aglutinante o capaz o maleza.
Pero, nunca se sabe de dónde vino, cómo, cuándo o porqué. Ni si fue lo que era ni lo que fue o pudo haber sido o será alguna vez. Si cabe. No se sabe.
El poema no se reduce a semas, ni tiene sujeto, tilde o fonema. Tampoco tabla del tres, dividendo ni múltiplo ni curva ni valencia ni gema ni teorema. No hubo consenso (pienso). No hubo tema. Pero si tampoco fue sólo uno aún siendo el mismo… No habrá conjugación ni regla que se cumpla ni aforismo. El poema es sin tino, un columpio asesino que ajedrea a la orilla de una chimenea. Una semicorchea que se pintorrea en un pentagrama, la flama del alma que se encarama más cuanto más flaquea…
Yo, ni idea, definitivamente. El poema aparece de repente. Sin ética, aritmética ni fuente, ni estética ni crética. Insolente.
viernes, 21 de noviembre de 2008
domingo, 16 de noviembre de 2008
de catorce y de más
demás
la sonrisa de locusta
La mentira piadosa
de una mano detrás y otra delante,
de un holandés errante,
de este perfil de mantis religiosa.
La verdad del empeño
de andar descalza con pata de palo,
del bueno pero el malo...
Es decir, de no decir que fue un sueño.
Ahora que ya no asusta
tanto como antes la rueca de tiza.
Ahora que la camisa
con arrugas de mayo ya no ajusta,
ahora que voy yendo a llegar sin prisas,
sonriendo la sonrisa de Locusta.
el que avisa…
( Una tarde cualquiera.
En cualquier bar. Una mesa para tres.
La cerveza
medio vacía. Media vez.
Supongamos que es ella la que espera.
Una lágrima que mancha la camisa
de una sonrisa de puerta para fuera.
Y es la hora.
Y el que avisa... ).
El que avisa: -Que me voy.
Ella: -No estoy triste, he de decir que soy.
¿Cómo puedo no decirte?
No sé cuánto describirme
de tanto que me he escrito.
Solamente necesito
verte irte...
El que avisa: -No me montes numeritos.
Ella: -Nunca. Era todo tan bonito...
Era o fue…
El que avisa: -Fue, sin más ni más. -(Y, dirigiéndose
a una camarera: )
- Oiga, por favor, la cuenta, tengo prisa.
Ella: -Espera, no quisiera que…, quisiera...
El que avisa: - No más quieras,
se acabaron las horas de ser felices,
se gastaron las perdices,
no hay manera…
(Y se va. Y ella, con heridas de las cicatrices,
supongamos que se sienta en otra mesa
de otro bar a esperar al que no avisa.
La cerveza medio llena.
La sonrisa).
a sílabas juntadas
“En mi vida me he visto en tal aprieto…”
(Que, buscando oportuna consonante
a la altura de versos asonantes,
me paso el día tachando tercetos).
Intento fijarme en otros bocetos
de amor endecasílabo. No obstante,
me desespero de esperar delante
anacrusas, larvas, semillas, fetos…
Me rindo. Brindo por tu copa al lado,
por todo lo que pudo haber rimado.
(que me rindo a tus pies!).
Lo cierto es que me quedé en treinta y tres…
(A sílabas juntadas me has ganado
por enésima vez).
porque no tiene gas
Sabadea el muelle en viernes de piñata,
domingueando un lunes que se escaquea
presumiendo de martes de marea
alta un miércoles-parche de pirata.
Y ayer fue jueves en los calendarios
y los corsarios venían de partir,
dejando atrás los días por vivir
y una lágrima a bordo de un diario.
Y en el puerto, sólo atracan las tantas,
tanteando sirenas que olvidar.
Y marineros borrachos ríen-cantan
por no llorar-soñar
que esta noche no alumbra (debajo de las mantas)
la farola del mar…
producto
Nueve días sin verte.
Sin oírte decir una palabra.
Sin olerte.
Nueve días, nueve por nueve noches.
Ochenta y una noches.
Re:
La escena: estoy, no estás.
Las menos cuarto en el reloj de arena,
Las variaciones sobre un mismo tema
de Bach.
Quinto día,
Pero enésima noche. No estás.
Y el hueco. El eco, el eco, el e…
No estáa!
La escena: la alacena,
la última cerveza
medio llena
encima de la mesa
del salón.
La perra, en el balcón.
Penúltima función.
Me cago en la canción,
me cago en todo.
No hay modo de escribir otra oración.
Y tú que no estás.
Y yo, que más yo, trago, sumo y sigo.
Y las menos cuarto como testigo
Cada vez más en vez de menos diez.
Y aquella vez
que fuimos menos mal,
en primera persona del plural,
del carnaval,
del as y del envés.
Éramos-estábamos, ser y estar.
De hacer. De conjugar.
De jugar con perder por no ganar
a ante, bajo, cabe, con, según, sin, sobre, tras…
La escena: estoy, no estás.
Quizá de tan quizá.
No estás, coma, no estás. Estoy. Vano.
Al grano, que no estás.
Y los datos adjuntos:
qué va, final, total, da igual…
Asunto: que no estás…
Y ya son por lo menos las en punto.
yo
Jueves-martes-domingo.
Del tingo
al tango, los días se persiguen.
Y yo,
que ya no sé por dónde o cuándo
ando.
Miércoles-lunes-viernes.
Y ando…
no te concierne.
Lo sé. Me reprimo-reprimiré.
O sábado.
Y yo,
que ando andando.
La tienda de la esquina
y otro chicle que se burla de mí
con esa pegatina
fucsia: “Sigue buscando”…
Y yo,
que ando sin ti.
miércoles de ceniza
Esto debería ser
más postal de La Habana
que saludo de lejos,
que reflejo de cana.
Yo, que ya no quería
sino un fin de semana,
un pelín de manzana
(más triste, pero, tigre cuanto menos mal),
me quedé con las ganas
de encontrar un motivo,
de la arena y la cal.
¿O debería contar
que me quejo de vicio,
que sí que hubo mañanas,
que te saqué de quicio?
O que, esto, debería
ser un punto y aparte,
no castillo en el aire
ni pestillo de nadie,
ni último terceto.
Ya no tengo sonetos
en todos los bolsillos,
ya no sé qué es soñar
sin faltarte al respeto.
Cuanto más perro viejo,
menos de mí a mi cargo,
menos soporto espejos,
más largo el sin embargo.
Me porto y sé que esto
no va a salir del tiesto
y que debería ser
más bien mensaje corto,
miércoles de ceniza,
camisa de once varas.
No punto suspensivo
-ni cara o cruz-. Escribo
que escribo porque escribo,
no sé dónde te meto,
sé que no sé soñar
sin faltarte al respeto.
…de memoria
Y todos los días la misma historia
(que me pongo
a llorar
improvisando,
pero,
acabo
llorando
de memoria…).
de catorce
de catorce
De catorce será el caleidoscopio-
(por otro lado, triángulo escaleno)
respuesta a la canción de más de menos
que bailan famas, que cantan cronopios.
De catorce ha de ser esta temprana
(para mi gusto, digo) despedida,
aquendando los mares, de vuelta-ida,
allendando mis dársenas de ranas.
Respuesta a servilletas de bareto
que servísteme frías y en secreto
cuando nadie comíase el marrón.
Permíteme me salte el escalón
que falta el respeto a mi corazón.
No pudo ser canción, quedó soneto.
...
en cuanto a mí...
Puestos a contar, a mí, ahora hace tiempo. Y el tiempo. Cuanto más mi, menos yo y ni sonó más el timbre ni la chica de los supermercados ni bis, ni más los zapatos mojados ni un marcador de páginas en blanco ni bronceador ni entradas ni un cigarro, ni sal ni son ni ramo. El tiempo. Y luego, ahora. Y que si antes, que si era luz o diana. Que estaba más sol musical o finalmente hablando. Daba abad a la zorra o arroz a la letra o no sé ni de cómo ni a cuánto desde cuándo o por sí, pero antes más yo o antes. Y ahora tire o empuje y café los domingos, primos, sin, dos de azúcar, y hielo, gipsy y jazz y las seis menos cuarto, los dos besos o cobro o revertido, no, jarabe, plural, que no hay más dos sin tres, tetera y orinal, y la trinchera ya de matrimonio, y la flecha, la hoguera y la espera. Espera. Ahora, que el tal Lucas. Que antes qué era. Que Lucas mueca, Lucas entretelas, entrañas, fontanelas, cortauñas, pantomimas, rebecas. Lucas libretas llenas. Lucas del desayuno a la cena. Cuelgo las botas, corto la melena o la media docena. O cambio. Lucas, yo, ahora, buena nueva. O nueva. El tiempo y ahora, Lucas. Y que si yo, él o tú. O nosotros érais o ellos fui o son la seis en punto. A mí o en cuanto. (O aclaración). (O no).
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