El poema aparece de repente. Irremediablemente, inesperado. Entrecruzado, irresistiblemente e impertinentemente insospechado. Me atrevería a decir desafinado, sin afilar y aislado aunque tangente. Sin más. Sin menos. Completo y firmado por el azar, el dentro, el fuera, el complemento agente, el verbo, la verba y el adyacente.
El poema viene y va, pero se queda. Rondando la glosopeda. Mordaz acompañante. Falaz y a veces, expectorante. A veces antifaz, y a veces corteza, y jarabe de dolor de cabeza o aglutinante o capaz o maleza.
Pero, nunca se sabe de dónde vino, cómo, cuándo o porqué. Ni si fue lo que era ni lo que fue o pudo haber sido o será alguna vez. Si cabe. No se sabe.
El poema no se reduce a semas, ni tiene sujeto, tilde o fonema. Tampoco tabla del tres, dividendo ni múltiplo ni curva ni valencia ni gema ni teorema. No hubo consenso (pienso). No hubo tema. Pero si tampoco fue sólo uno aún siendo el mismo… No habrá conjugación ni regla que se cumpla ni aforismo. El poema es sin tino, un columpio asesino que ajedrea a la orilla de una chimenea. Una semicorchea que se pintorrea en un pentagrama, la flama del alma que se encarama más cuanto más flaquea…
Yo, ni idea, definitivamente. El poema aparece de repente. Sin ética, aritmética ni fuente, ni estética ni crética. Insolente.
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1 comentario:
Preciosa esta poética y preciosa tú.
Creo que soy el único visitante de tu blog, así que dale más publicidad, que, aunque me arropan tus palabras y tú, no quiero que estemos solos.
Y lo bien que estamos dos...
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